SANTO DOMINGO NORTE. Como si todavía fuera un sueño, residentes en La Nueva Barquita arriban hoy a su segundo año en el proyecto, que ha impactado la vida de las 1,449 familias que dejaron atrás la pesadilla de ver sus viviendas anegadas cada vez que el río Ozama recuperaba su espacio.
Para algunos, los beneficios no solo fueron de una vivienda digna, sino de un cambio de vida, de un modo de vivir en condominios con reglas y respeto a sus vecinos y entorno.
Rafael Holguín, dirigente comunitario de la vieja y La Nueva Barquita, cuenta con satisfacción que ya no sienten preocupación cuando ven el cielo nublado y agradece su tranquilidad al presidente Danilo Medina.
“Estos dos años han pasado de manera tan rápida y nos sentimos tan bien aquí, que ya nosotros olvidamos las goteras que nos caían encima del cielo, a veces nos acostamos y ni nos damos cuenta de que llovió, el otro día hubo un sismo, me contaron, porque yo ni lo sentí, estos son apartamentos seguros”, cuenta.
Holguín cuenta que en el viejo proyecto vivían “sueltos, sin pastoreo”, pero que con la creación del Patronato de la Nueva Barquita se han puesto los puntos sobre las íes, que “comenzó a enseñarnos cómo viven los seres humanos”.
“Yo diría que el noventa por ciento ya se está adaptando, tú sabes que esta comunidad es muy dispareja en pensamiento y cultura, yo tenía 39 años en La Vieja Barquita y con la costumbres que teníamos, de tirar la basura en las calles... quitar esto no se logra de la noche a la mañana, yo creo que vamos rápido, gracias a los talleres de formación que nos dieron”.
Los hay inadaptados, gente que prefiere vivir “como chivos sin ley”, sin orden, sin respeto a los vecinos, dijo el dirigente comunitario, pero aclara que esa es la minoría.
En La Nueva Barquita hay quejas como la de tener que buscar un permiso para poder llevar a sus apartamentos cualquier electrodoméstico que compren, sea una nevera, estufa, televisor, cama o cualquier otra cosa.
Evangelina es una de ellas y confieza que eso no le gusta, que no ve la necesidad, como tampoco le agrada que ahora no tiene dónde ganarse la vida. En La Vieja Barquita vivía de vender habichuelas blanditas, pero que ya no lo puede hacer porque está prohibido.
“Yo diría que estamos bien aquí, no nos mojamos, no hay que salir corriendo con las cosas cuando llueve, pero no tenemos de qué vivir, por ese lado estamos mal porque aquí no hay empleos y allá uno vivía de cualquier cosa”.
Leo Almonte es un joven que prefiere vivir en La Vieja Barquita. “Mira aquí no se puede hacer un coro porque de una vez viene la policía, uno está preso aquí, allá nosotros hasta amanecíamos bailando y bebiendo, pero aquí no, esta gente tiene demasiada ñoñería con esto”, sostuvo.
Otra señora que no quiso identificarse dice que ella s[i vive bien. Que no permite des[ordenes en su edificio del bloque B y aclara que para mantener la situación en su edificio ha tenido que echarse de enemigos a varios vecinos acostumbrados a vivir en el caos. La limpieza y el orden saltan a la vista.
Un cambio radical
Josefina Madé, es otra dirigente comunitaria y afirma que el cambio fue de cielo a la tierra y en parte le da las gracias al trabajo de los medios de comunicación.
“Hemos estado preocupados por la situación económica, porque nos cambió la vida respeto a los apartamentos, pero no nos cambió la vida económicamente porque aquí hay muchas personas que no tienen una entrada”.
Para mitigar la situación, el Patronato junto a la iglesia Católica logró aprobar la instalación de un comedor económico que se comenzará a construir pronto para que la gente pueda conseguir raciones alimenticias a precios muy bajos.
Como lo ideal es enseñar a pescar y no dar el pescado, Madé aprovecha para solicitar al presidente Danilo Medina que gestione la construcción de una zona franca en el área que genere empleos para las miles de personas que no tiene dónde trabajar.
“Es difícil, hay que salir, el que trabajaba en la zona, pero gasta más en pasaje que lo que reciben de sueldo, nosotros le estamos haciendo un llamado al Presidente para que nos pongan una zona franca aquí, para que muchas mujeres no tengan que salir a pagar el doble de lo que pagaban allá”, expresa Madé.
Dentro de las cosas buenas que menciona está la tranquilidad, el servicio de la OMSA, pero que es limitado porque solo lleva los pasajeros hasta el Metro de Villa Mella, destaca además la limpieza, se recoge la basura con frecuencia, el servicio de agua permanente y la energía eléctrica, que es prepagada.
La visión de URBE
La Unidad para la Readecuación de la Barquita y Entorno (URBE) informó que en estos dos años se ha logrado avanzar en el proceso de adaptación de los beneficiados y que está consciente de que eso lleva tiempo.
Indica que es un territorio nuevo que crece en dirección a convertirse en una comunidad modelo, tal como fue previsto en el proceso de planificación y conceptualización del proyecto y ha sido la meta inicial.
“Las expresiones de felicidad y de progreso se evidencian en el modo de comunicarse entre los comunitarios, se muestran alegres, presentando cambios importantes desde el manejo de los residuos, los hábitos higiénicos de las familias, hasta la forma y manera de vestir. Hablamos de cambios sustanciales que inciden en la salud de las personas, sobre todo en aquellos con problemas respiratorios”, indica.
Informa que se ha mantenido el interés por la formación y capacitación. Las personas interesadas han sido empleadas, dentro y fuera de la comunidad. Destaca el clima de seguridad, de alegría, de tranquilidad y de familiaridad entre las personas.
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